Imagina una gran "E" roja junto a un vídeo de YouTube, advirtiéndote de que ese contenido puede no ser el tentempié más saludable para una mente joven. Así es la nueva campaña "nutri-score digital"en Francia. Inspirada en las etiquetas de los envases de los alimentos, esta idea pretende ayudar a padres e hijos a evaluar rápidamente si un vídeo o una plataforma en línea es una elección responsable.
En esencia, la nutri-puntuación digital calificaría los contenidos en una sencilla escala de la A a la E, destacando tanto los posibles inconvenientes -como la interrupción del sueño o la reducción de la capacidad de atención- como los aspectos positivos, como el enriquecimiento cultural. Se basa en la idea del ex Primer Ministro Gabriel Attal de una "puntuación de adicto" para concienciar de que algunas aplicaciones pueden ser francamente adictivas.
El nacimiento de la idea
El concepto apareció por primera vez en mayo en un artículo de opinión en Les Échos, firmado por un grupo estelar de expertos en bienestar digital. Psiquiatras como Serge Tisseron, la defensora de la seguridad infantil Justine Atlan, de e-Enfance, y Maëlle Chassard, fundadora de Lunii, aportaron su granito de arena. Argumentaron que englobar todos los contenidos digitales en una etiqueta general de "malos para los niños" es demasiado simplista.
"Ciertas experiencias digitales pueden dificultar el sueño, el desarrollo del lenguaje y el crecimiento emocionalescribieron", al tiempo que señalaban que "otras experiencias pueden potenciar la creatividad, el aprendizaje y la conciencia cultural." Así, una puntuación clara y normalizada podría ayudar a las familias a elegir los contenidos adecuados y evitar el resto.
Del concepto a la complejidad
Aunque la idea parece sencilla, los detalles se complican rápidamente. ¿Se puntúa cada uno de los vídeos subidos o se asigna una puntuación a plataformas enteras? La disparidad entre un inofensivo tutorial de dibujo casero y un clip de noticias sensacionalista en el mismo sitio complica las cosas.
Maëlle Chassard ha declarado al diario Liberation que le encantaría seguir el modelo de Información Paneuropea sobre Juegos (PEGI) utilizado para los videojuegos. "Un pequeño logotipo al lado o en la parte superior del contenido debería dar una clasificación instantánea basada en la edad", explicó. Pero teniendo en cuenta que solo YouTube recibe más de 13.000 horas de vídeos subidos cada día, el etiquetado manual parece una tarea hercúlea.
¿Etiquetar contenidos o plataformas?
Uno de los mayores debates es si tiene sentido calificar contenidos individuales. Con tanto material generado por los usuarios, mantener la precisión y la coherencia requeriría una moderación humana masiva o una sofisticada inteligencia artificial, y ambas conllevan riesgos de error y parcialidad.
Por otro lado, asignar una única puntuación a plataformas como TikTok o Instagram podría inducir a las familias a pensar que todo el sitio es uniformemente "bueno" o "malo". Muchas plataformas albergan tanto joyas educativas como agujeros de conejo perjudiciales, lo que hace cuestionables los juicios generales.
Ampliación: Los obstáculos por delante
De momento, los defensores de la idea están moderando su ambición. El primer lanzamiento, previsto para 2026, se centrará en una gama limitada de contenidos. Liberation menciona "programas de animación para niños de 6 a 10 años" como posible categoría piloto. Es poco comparado con el océano de ofertas digitales, pero es un comienzo.
Luego está la espinosa cuestión de la cooperación entre plataformas. Las grandes empresas ya se oponen a las estrictas normas europeas de moderación de contenidos. No será fácil convencerles de que adopten un sistema de puntuación voluntario, sobre todo si les perjudica.
Voluntario vs. Obligatorio
Al igual que el sistema de puntuación nutricional de los alimentos, la versión digital empezaría siendo una medida voluntaria. Los creadores de contenidos y las plataformas podrían optar por mostrar su puntuación o excluirse por completo. Solo sería obligatoria si los reguladores decidieran intervenir más adelante.
Los detractores temen que, si se deja en manos de la buena voluntad y las relaciones públicas, se produzca un "cherry-picking" (selección selectiva): las plataformas alardean de las puntuaciones altas de los contenidos especialmente seleccionados y ocultan los que obtienen puntuaciones bajas. Sin una base legal, el sistema podría convertirse en un truco de marketing más que en una verdadera guía parental.
¿Y ahora qué?
Los próximos 18 meses serán cruciales. Los desarrolladores tienen que definir criterios claros y basados en pruebas para calificar los contenidos: una mezcla de investigación psicológica, consenso de expertos y datos reales de los usuarios. Mientras tanto, las pruebas piloto en un puñado de plataformas infantiles revelarán si el sistema puede ampliarse y ofrecer calificaciones fiables.
Si la nutri-puntuación digital despega, podría cambiar la forma en que las familias navegan por Internet. Los padres dispondrían de una taquigrafía visual rápida que les ayudaría a decidir si un vídeo merece un pulgar hacia arriba o es mejor no leerlo. E incluso si no llega a ser legalmente vinculante, el simple hecho de iniciar esta conversación es una victoria para la transparencia y el diseño respetuoso con los niños.
En un panorama digital rebosante de opciones, una clara, métrica fácil de entender podría ser la herramienta que todos los padres estaban esperando. Esperemos que el próximo capítulo de esta historia aporte más claridad que confusión, porque cuando se trata de mentes jóvenes, cada byte cuenta.