Parece descabellado, pero algunos de los nombres más importantes de la tecnología apuestan por que la era del smartphone está llegando a su fin. Elon Musk está ocupado promoviendo los implantes cerebrales de Neuralink como el próximo gran salto en la interacción persona-ordenador: ¿alguien quiere el control directo del pensamiento? En Meta, Mark Zuckerberg está convencido de que las gafas de realidad aumentada, como las Ray-Ban Meta, serán nuestros principales dispositivos en 2030, ofreciendo una ventana sin fisuras entre el mundo real y el digital.
Mientras tanto, Bill Gates financia discretamente dispositivos biológicos en forma de tatuajes electrónicos que controlan la salud y transmiten datos en tiempo real. Y Sam Altman, el cerebro de OpenAI, prevé un mundo en el que las únicas interfaces sean nuestra voz, nuestra mente o agentes proactivos de inteligencia artificial que se anticipen a nuestras necesidades antes incluso de que las pidamos. Si a esto añadimos los rumores sobre un misterioso "producto físico" del estudio de diseño de Jony Ive, ahora bajo OpenAI, tenemos una visión completa de un futuro post-smartphone.
El hilo conductor? El deseo de que las pantallas sean opcionales, incluso invisibles. Se trata de un cambio audaz: de pulsar y deslizar a pensar y hablar a través de aplicaciones, tareas y vidas digitales enteras. Pero mientras gran parte de Silicon Valley avanza a toda velocidad hacia este nuevo mundo, un nombre sigue aferrándose al clásico dispositivo de pantalla táctil: Apple.
Tim Cook mantiene la línea
Tim Cook, consejero delegado de Apple, es el más firme defensor de la desaparición del smartphone. Ha sido muy claro: todavía le queda mucho jugo al iPhone. "Creo que aún queda mucho por innovar en el iPhone". Cook dijo a MacRumors, subrayando que Apple no tiene ninguna prisa por abandonar el gadget que impulsa sus ingresos.
¿Tiene sentido? Desde la perspectiva de Apple, el iPhone es su gallina de los huevos de oro. Acabar con su producto más vendido sólo porque la competencia persigue auriculares e implantes sería un movimiento arriesgado. Y con el iPhone 17 (o iPhone 26, si bromeamos con la numeración) en la hoja de ruta para septiembre de 2025 -junto con rumores de un "iPhone Air" ultradelgado e incluso un modelo plegable más adelante-, Apple está redoblando su fórmula característica.
En Cupertino se tiene la sensación de que la innovación consiste tanto en perfeccionar como en reinventar. Mientras otros experimentan en voz alta, los laboratorios de I+D de Apple trabajan duro para conseguir mejoras graduales que parezcan revolucionarias cuando lleguen. Así que sí, vamos a recibir nuevos trucos de cámara, mejoras en la duración de la batería y magia de software, pero no a expensas de la experiencia de pantalla táctil que ya conocemos y amamos.
El enfoque de Apple: Evolución, no revolución
Apple siempre ha preferido el progreso evolutivo a la revolución radical. ¿Recuerdas el iPod? No inventó el reproductor de música portátil, pero lo perfeccionó con una rueda de clic intuitiva y un diseño elegante. El iPhone no inventó el teléfono inteligente, pero estableció un nuevo estándar de simplicidad y facilidad de uso. E incluso con el casco Vision Pro, Apple optó por lanzar un dispositivo semiprofesional de gama alta en lugar de perseguir inmediatamente el sueño de la RV para el mercado de masas.
Por supuesto, este enfoque cauteloso a veces parece quedarse atrás. Los esfuerzos de Apple en materia de IA, bautizados como "Inteligencia de Apple", parecen ir al menos un paso o dos por detrás del ritmo vertiginoso de Google y OpenAI. Los críticos sostienen que los de Cupertino se están poniendo al día en lo que se refiere a asistentes de voz, IA generativa y funciones proactivas del sistema operativo. Pero, ¿y si Apple está preparando su propia capacidad asombrosa en secreto? Después de todo, son famosos por dejar caer una característica que cambia el juego y llamarla una revolución "a prueba de idiotas".
Dicho estopero no podemos ignorar el riesgo. Si el resto de la industria avanza con fusiones cerebro-máquina y superposiciones de realidad aumentada, ¿seguirá pareciendo esencial el pulido smartphone de Apple? ¿O podría convertirse en una pantalla más en un mar de gafas, auriculares y chips integrados? Solo el tiempo dirá si el constante perfeccionamiento de Apple gana la carrera o si tendrá que dar un giro antes de lo previsto.
Una brecha filosófica
En el centro de este debate hay una pregunta más profunda: ¿cuál es la relación ideal entre humanos y máquinas? Visionarios como Musk y Altman imaginan una interfaz mixta, que se desvanezca por completo en el fondo de nuestras mentes. Es una filosofía de tecnología invisible, en la que los dispositivos se adaptan a nosotros en lugar de exigir nuestra atención. Pero para Cook y su equipo, la tecnología debe ser tangible, accesible y estar bajo nuestro control.
La postura de Apple se basa en la autonomía a través de la elección: coges tu iPhone, ves tu contenido, decides cuándo y cómo interactuar. Esa previsibilidad es reconfortante. Y para muchos usuarios, es una parte esencial de lo que hace que los smartphones modernos sean tan adictivos e indispensables.
Este enfrentamiento no es sólo una batalla de aparatos, es un enfrentamiento de ideologías. ¿Lamentaremos algún día tener que mirar conscientemente una pantalla, deslizarnos por las aplicaciones o teclear contraseñas? ¿O echaremos de menos la seguridad táctil de un dispositivo propio? Y lo que es más importante, ¿llegará a ser un chip cerebral tan personal como el aparato que sostenemos en nuestras manos cada día?
¿Se acerca el smartphone a su ocaso? Las mentes más audaces de Silicon Valley creen que sí. Pero la apuesta de Apple es que los teléfonos inteligentes aún tienen margen para crecer, haciéndose más potentes, más fluidos y más integrales en nuestra vida cotidiana. Tanto si tienen razón como si se precipitan hacia la obsolescencia, se perfila como la próxima gran saga tecnológica a seguir.