Francia se propuso impulsar su estrategia de descarbonización con vehículos eléctricos, apostando a lo grande por la idea de que eliminar las emisiones del tubo de escape era la vía rápida hacia un futuro más verde. Pero a finales de 2024, la realidad se impuso: al país le faltaban unos 5.000 millones de euros. 300.000 coches eléctricos en comparación con su hoja de ruta oficial. Esta diferencia se traduce en un retraso de casi un año en la consecución de los objetivos que el Gobierno había anunciado meses antes.
Y lo que es aún más sorprendente, el mercado de automóviles privados ha funcionado razonablemente bien: la demanda sigue siendo sólida a pesar de la reducción de algunos incentivos a la compra. ¿El verdadero cuello de botella? Las flotas corporativas. Las empresas, que se suponía que debían liderar el cambio en virtud de las leyes aprobadas en 2019 y 2021, se están quedando con la gasolina y el diésel a un ritmo mucho mayor de lo previsto. El resultado: un grave retraso que está obstaculizando todo el plan de electrificación de Francia.
Importante brecha en los objetivos de Francia en materia de VE
Detrás de los titulares, las cifras lo dicen todo. Según la Dirección General de Energía y Clima (DGEC), a finales de 2024 circularán en el país cerca de 1,5 millones de vehículos eléctricos. Suena decente, ¿verdad? Sin embargo, el plan de transición ecológica esperaba cerca de 1,8 millones. Este déficit demuestra lo empinada que es la cuesta.
La propia directora de clima de la DGEC, Diane Simiu, lo dijo sin rodeos en un seminario celebrado en marzo: "Estamos por debajo de nuestros objetivos". Y no es sólo una queja retrospectiva. Cumplir el compromiso de Francia de alcanzar los 15 millones de vehículos eléctricos en 2035 exigirá un progreso acelerado, sobre todo porque las cifras de matriculación siguieron cayendo por debajo de las expectativas a finales del año pasado.
Las flotas de las empresas se quedan atrás
Resulta que los conductores privados no son el mayor lastre, sino las flotas de empresas. En 2023, sólo 11% de nuevas matriculaciones de vehículos de empresa eran VE puros, frente a más de 25% entre los particulares. Esta lentitud socava el objetivo general de París de sustituir a gran escala los modelos más antiguos y contaminantes por alternativas más limpias.
¿Por qué frenan las empresas? Uno de los principales motivos es el coste. Incluso con exenciones fiscales, las flotas se enfrentan a precios más elevados de los coches eléctricos y a problemas logísticos relacionados con la infraestructura de recarga. Si a esto le añadimos la preocupación por la autonomía y la idoneidad para viajes largos, las flotas suelen optar por las berlinas y los SUV con motor de combustión. Pero eso es un quebradero de cabeza para los planificadores climáticos, porque los vehículos de empresa se renuevan con más frecuencia que los coches personales y pueden provocar una rápida rotación cuando se les presiona.
La ley frente a la realidad empresarial
Leyes como la Ley de Orientación de la Movilidad (LOM) en 2019 y la Ley del Clima y la Resiliencia en 2021 se dirigen específicamente a las flotas, exigiendo cuotas cada vez mayores de vehículos de bajas emisiones. Sin embargo, traducir el texto legal en decisiones de la sala de juntas no ha sido fácil. Muchas empresas carecen de políticas de recarga claras o de modelos financieros que hagan brillar a los VE en la cuenta de resultados.
Nuevas sanciones para acelerar la electrificación de las flotas
Para salir del atolladero, la ley de financiación de 2025 introdujo un nuevo giro: fuertes penalizaciones si las empresas incumplen las cuotas de ecologización. A partir de marzo, cualquier empresa con más de 100 vehículos deberá tener al menos 20% de coches de bajas emisiones para finales de este año, cifra que aumentará a 40% en 2027 y a 70% en 2030.
Si no aciertas, tendrás que pagar. ¿La multa? Hasta 5.000 euros por vehículo desaparecidode la facturación de la empresa en Francia. Se trata de una medida ambiciosa diseñada para animar a los gestores de flotas a abandonar la valla: se acabó encogerse de hombros si el coste de una furgoneta eléctrica parece elevado. Saltarse el listón tiene consecuencias presupuestarias reales.
Incentivos y camino a seguir
Por otro lado, Francia está estudiando la posibilidad de modificar sus incentivos. Con vistas a ahorrar unos 40.000 millones de euros en el próximo presupuesto, los funcionarios están revisando la prima ecológica, los planes de arrendamiento social e incluso el programa continental de incentivos a la inversión. puntuación ecológica que clasifica los coches nuevos en función de su impacto ambiental.
La prima ecológica, que en su día fue la joya de la corona de las ayudas a la compra, podría recortarse o reformarse. Mientras tanto, en otoño está prevista una segunda temporada de alquiler social, que promete tarifas mensuales asequibles para los hogares con menos ingresos, aunque los detalles siguen siendo escasos. Y París está presionando para armonizar las métricas de puntuación ecológica en toda Europa para ofrecer a los consumidores una imagen comparativa más clara.
Todos estos ajustes son importantes. Francia sigue aspirando a llegar a los 15 millones de coches eléctricos en 2035, y ponerse al día significa aumentar las matriculaciones en al menos 20% cada año. Es mucho pedir cuando las flotas de las empresas están estancadas y los presupuestos públicos son ajustados. Pero sin incentivos más fuertes y sanciones más severas, el país corre el riesgo de quedarse rezagado respecto a otros países europeos punteros en la carrera de los vehículos eléctricos.